Reseña: La batalla de los sexos – Universo inverso

Hay un momento, en La batalla de los sexos, en el cual dos hombres –magnates con traje, peinado perfecto, whisky a las rocas– dialogan distendidamente, hasta que la protagonista (Ema Stone) –quien al inicio del metraje vemos disputar punto a punto la final de un torneo: como si tuviera que justificar su aparición, en el plano, por la victoria– se dirige, vehemente, a increparlos. Billie Jean King es tenista, la mejor de todas; ellos son empresarios, benefactores generosos, sujetos que financian las carreras de tenistas como ella. El reclamo es King es sencillo, preciso y directo, pero suena sorprendente, incendiario y demencial para la época: ganar lo mismo que los hombres por hacer lo mismo que ellos. La respuesta, claramente negativa, se justifica en el argumento que basa la entretención del show deportivo en cierta disposición natural que los hombres tenistas tienen. Un cierto sentido intrínseco del espectáculo que a sus congéneres, cómo no, les falta.

De acuerdo a ellos, ver hombres jugando tenis es espectáculo deportivo; ver mujeres, una anécdota cómica.

Ese inicio del último largometraje de la dupla entre Valerie Faris y Jonathan Dayton es el tramo más evidente en donde podemos presenciar una disputa explícita, fuera de la cancha, por determinadas posiciones de poder y control. Porque uno de los aciertos más sugerentes por los que apuesta La batalla de los sexos tiene que ver con la exhibición audaz de cierta inversión de los roles tradicionales de género. A partir de la excusa de un partido de exhibición entre una deportista en ciernes y un antagonista en el crepúsculo, los directores urden una trama que constantemente apela a la sustitución radical por los lugares de enunciación y los roles desde los cuales sitúan a los personajes. A propósito de King, pero también de su agente y del grupo que la acompaña y con quienes disputa los torneos que organizan. Las mujeres son presentadas como sujetos disidentes con orientación política, colaboración recíproca y resolutividad organizada. En el fondo, capacidad concreta de hacer las cosas distintas de lo que son.

Por el contrario, los hombres, por fortuna –y salvo Bobby Riggs (Steve Carell), acaso el personaje hombre más multidimensional– se remiten a ser acompañantes silenciosos  y ornamentales, como justamente pudieron quizá haber sido las mujeres en dicho momento. A través del modisto cómplice pero secundario o el marido comprensivo pero prescindible, las mujeres se posicionan en el rol que moviliza la historia, la competencia y el conflicto: haciendo posible la comprensión de los atributos y el lugar de cada rol como un asunto circunstancial más que natural. Algo así como que, finalmente, nunca existió tal supremacía biológica.

Porque, realmente, nunca ha existido.

El tema es que la potencia de esa representación –fresca, lúcida y elocuente– se pierde en el buenismo tranquilizador que sus personajes inspiran todo el tiempo. Hay, en La batalla de los sexos, curiosamente, pura paz: un deseo prudencial, casi conservador, en sostener un mensaje biempensante, jubiloso e inspirador; una especie de lección moral que invita al espectador a irse con la convicción reconfortante del final feliz. En este sentido, ese maniqueísmo heroico torna dudosa la audacia de su representación, despolitiza lo eminentemente político, borra con el codo lo que escribe con la mano.

Llama la atención que toda la complejidad temática y dramática, travestida de comedia costumbrista, que exuda Little miss sunshine (2006) por todas partes, acá se vea boicoteada por la corrección política de un mensaje que idealmente debiese, al menos, incomodar.

Si hay algo aquí con lo que uno debiera quedarse, atesorar y transmitir, es precisamente la posibilidad de pensar y observar los roles de género como convenciones susceptibles de ser repensadas, modificadas o lisa y llanamente desbaratadas. El resto, lamentablemente se olvida lo suficientemente rápido como para hacerle espacio al siguiente happy ending de la temporada.

La batalla de los sexos (Battle of the sexes) (2017, 121 mins.) Valerie Faris y Jonathan Dayton, Estados Unidos.
Emma Stone, Steve Carell, Elisabeth Shue, Andrea Riseborough, Sarah Silverman.

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ClaudioSH

Claudio es psicólogo. No se encuentra mucho en eso de ser cinéfilo. Ni menos, amante del cine: ve películas porque está acostumbrado, porque no es demasiado caro y porque, tal vez, fue lo único que se le ocurrió hacer con el tiempo que le queda disponible.